Sigue el recuento de lecturas veraniegas en Trade and Me, ya extrañando la posibilidad de tener tanto tiempo para dedicarle a los libros y al dolce far niente.

Este blog se murió. Ahora solo es el eco fantasmagórico de las notas que publico en https://medium.com/@eavogadro
Quién podría haber pensado entonces que me ibas a penar el resto de la vida, como una música tonta, como la más vulgar canción, de esas que escuchan las tías solas o las mujeres cursis. Canciones de folletín que a veces aúllan en algún programa radial. Y era tan raro que te gustara esa melodía romanticona a ti, un muchacho de la jota, en ese liceo poblacional donde cursábamos la educación media en plena Unidad Popular. Más extraño era que, siendo yo un mariposuelo evidente, fueras el único que me daba pelota en mi rincón del patio, arriesgándote a las burlas. “Pues la ciudad sin ti… está solitaria”, no dejabas de canturrear con esa risa melancólica que yo evitaba compartir para no complicarte. Hace poco, después de tantos años, volví a escuchar esa canción y supe que entonces admiraba tu candor revolucionario que se enfureció tanto cuando supiste que los fachos iban a destruir el mural de la Ramona Parra en el frontis del liceo. Hay que hacer guardia toda la noche, dijiste, y nadie te pescó porque al otro día había una prueba. Qué importa la prueba, me da una hueva, yo me quedo cuidando el mural del pueblo. Y a mí tampoco me importó la prueba, cuando escapé de mi casa a medianoche y me fui al liceo donde te encontré acurrucado, empuñando un palo, haciendo guardia bajo el mural de pájaros, puños alzados y bocas hambrientas. “Pues la ciudad sin ti… está solitaria”, reíste sorprendido al verme, haciendo un espacio para que me sentara a tu lado. No lo podías creer y me mirabas y cantabas “todas las calles llenas de gente están y por el aire suena una música”. Te vine a hacer compañía, compañero, dije tiritando de tímido. Bienvenida sea su compañía, compañero, me contestaste pasándome el pucho a medio consumir por tu boca jugosa. No fumo, te contesté con pudor. Entonces no fumaba, ni piteaba, ni tomaba, ni jalaba, sólo amaba con la furia apasionada de los 17 años. Pueden venir los fachos, ¿no tienes miedo? Te contesté que no, temblando. Es por el frío, esta noche hace mucho frío. No me creíste, pero enlazaste tu brazo en mis hombros con un cálido apretón. “De noche salgo con alguien a bailar, nos abrazamos, llenos de felicidad… mas la ciudad sin ti… está solitaria”. Era extraño que cantaras esa canción y no las de Quilapayún o Víctor Jara, que guitarreaban tus compañeros del partido. La cantabas despacito, a media voz, como si temieras que alguien pudiera escucharte. No sé… era como si me la cantaras sólo a mí. “Pues la ciudad sin ti…”, musitabas cada letra en el vaho de aquella tensa noche de vigilia pendeja. Casi no sentía frío a tu lado y hablando así, despacito, de tantas cosas, de tanto ingenuo adolecer, me fui relajando, adormilando en tu hombro. Pero el pavor me cortó la respiración al escuchar unos pasos en la calle. No te muevas, me soplaste al oído sujetando el garrote. Pueden ser los fachos. Y permanecimos así juntitos, con el corazón a dúo, haciendo tum tum, expectantes. Pero no eran los fachos, porque las pisadas se perdieron en la concavidad de la calle retumbando. Y quedamos de nuevo solos en silencio. “Y por aire suena una música…”, volviste a cantar en mi oído y así pasaron las horas y al día siguiente nos sacamos rojo en la prueba y vinieron los exámenes de fin de año y los tiempos escolares rodaron turbulentos en marchas por Vietnam y mítines en apoyo al Presidente Allende. Y después, la música se cortó de pronto, vino el golpe y su brutalidad me hizo olvidar aquella canción.
Nunca más supe de ti, pasaron los inviernos de tormenta rebasando el Mapocho de cadáveres con un tiro en la frente. Pasaron los inviernos con la estufa a parafina y la tele prendida con Don Francisco y su musiquita burlesca acompañando el cortejo de la patria en dictadura. Todo así, con show importado, con vedettes tetudas en las faldas de los generales. La única música que retumbaba en el toque de queda era la de esa farándula miliquera.
Nunca más supe de ti, quizás escondido, arrancado, torturado, acribillado o desaparecido en el pentagrama impune y sin música del duelo patrio. Algo me dice que fue así. Santiago es una esquina, Santiago no es el gran mundo, aquí algún día todo se sabe. Por eso hoy, al escuchar esa canción, la canto sin voz, sólo para ti, y camino trizando los charcos del parque. Este invierno se viene duro, cae la tarde otoñal en el cielo reflejado en las pozas. Aglomeraciones de autos tocan bocinas en los semáforos. Van y vienen los estudiantes con sus pasamontañas para el frío y la protesta. Los santiaguinos se agolpan en los paraderos del gran Santiago en masa, en tumultos, en una muchedumbre alborotada que colma las calles… “Mas la ciudad sin ti… mi corazón sin ti… está solitario”.
Programa
Jueves 7
El viaje mítico en los orígenes de la literatura
La Odisea, de Homero | La epopeya de Gilgamesh, Anónimo | Sinbad, el marino, Anónimo
Jueves 14
El viaje como descenso a los infiernos
La Divina Comedia, de Dante Alighieri | El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad
La decisión de Randolph Carter, de H. P. Lovecraft
El viaje y el descubrimiento del mundo
Relación del primer viaje en torno al mundo, de Antonio Pigafetta | Naufragios, de Alvar Núnez Cabeza de Vaca
Viajes, de Marco Polo | El entenado, de Juan José Saer
El viaje y el mar: metáfora y naufragio
Moby Dick, de Herman Melville | Robinson Crusoe, de Daniel Defoe | La narración de Sir Arthur Gordon Pym, de Edgar Alan Poe
Jueves 21
Otros viajes, otros mundos
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Cervantes Saavedra y Pierre Menard, el autor del Quijote, de Jorge Luis Borges
Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll | Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift | Ella, de H. Rider Haggard
El Eternauta, de H. G. Oesterheld | Los viajes en la obra de Julio Verne
Jueves 28
El viajero y el viajante
En el mar austral, de Fray Mocho | Almas muertas, de Nicolai Gogol
Seda, de Alessandro Baricco
El viaje en la literatura contemporánea
Los premios, de Julio Cortázar | Todo está iluminado, de Jonathan Safran Foer
La carretera, de Cormac McCarthy
Viajar la ficción
4 charlas sobre la relación entre literatura y viaje
Por Javier Martínez
Jueves de Mayo
19.00 a 21 horas
Arancel: $100
Informes e inscripción
Crack-Up | Libros & Café
Costa Rica 4767 – Palermo | 4831-3052
De vez en cuando me encuentro con un ghanés en Estados Unidos y siempre termino soltándole una u otra palabra de las cinco de twi que me acuerdo. “Amigo”, por ejemplo, o quizá “gracias”, y el ghanés emigrante se ríe de mi acento, me abraza y me pregunta si me gustó su país. “Por supuesto, madamfo”, le respondo; “Madasepa”, él contesta, y así acaba nuestra conversación en su idioma natal. Luego pasamos al inglés y, si está con ganas, compartimos recuerdos de Accra, de Legon, del Lago Volta, o incluso de los pueblos esparcidos por el norte árido, y durante esta etapa de la conversa entiendo que me corresponde guardar silencio, dejar que el extranjero hable de su tierra sin ser interrumpido.
“Gracias, amigo”, me dice en twi cuando nos despedimos, aunque en realidad soy yo el que le debo las gracias. Siempre disfruto de estos nacionalismos a la distancia. Sea el país que mencionen, me recuerda mi niñez y las conversaciones de mis padres y sus amigos sobre el Perú.
(...)
Sin duda, Accra no representaba Ghana: según los comentarios de mis compañeros, la esencia del país estaba lejos, fuera de la zona urbana, en el campo, en los pueblitos donde aún se mantenían las tradiciones autóctonas de la zona, donde la estructura familiar todavía no se quebraba, donde la vida seguía un ritmo más lento y no se hablaba inglés. Este argumento, teñido de un romanticismo conmovedor, se escuchaba mucho, incluso de gente que había nacido en la capital: esto no es Ghana, me decían, Ghana queda allá, e indicaban con gesto vago el norte, las provincias. Cuando les preguntaba a mis compañeros de estudios o mis vecinos en Legon A de dónde eran, mencionaban primero el pueblo natal de su padres, o incluso de su abuelos, lugares que en algunos casos ni siquiera conocían, o que habían visitado en su niñez, y de los que tenían sólo un puñado de recuerdos. Sin embargo, se identificaban con estas aldeas pequeñas y se llenaban de orgullo al describirlas.
Este detalle del carácter ghanaiano asombraba a muchos de nuestros compañeros gringos, gente por lo general desterrada, pero a Antonio y a mí no nos parecía tan extraño. Yo crecí cantando el himno de Independencia del colegio arequipeño donde mi viejo terminó la secundaria, y Antonio, a pesar de ser nativo de Los Ángeles, tenía una conexión casi mística con Michoacán, la tierra de su abuela. En el primer año universitario, bajo la influencia febril de un ambiente quizá excesivamente politizado, ambos nos habíamos tatuado con símbolos indígenas sobre el pecho –incaico en mi caso, azteca en el suyo– y entendíamos intuitivamente la nostalgia inventada de los ghanaianos de la capital, ese cariño inexplicable que uno puede tenerle a un lugar que no conoce, pero al que siente que pertenece.
(...)
Músico, solista, compositor, poeta, performer y "videasta", autor entre otros del disco-libro-vídeo Nombre (1993), y más tarde Nadie (1995), El silencio (1996), Un sonido (1998), El cuerpo (2000) y Paradeiro (2001). Varios intérpretes han grabado canciones de su autoría: Marisa Monte, Jorge Ben Jor, Gilberto Gil, Rita Lee y Ney Matogrosso, entre otros. Es uno de los nombres más conocidos en la poesía contemporánea brasileña y sus composiciones integran antologías internacionales. En 2002, lanzó en asociación con Marisa Monte y Carlinhos Brown el disco Tribalistas, que recibió el premio Grammy latino.
Argentina is the world’s fifth largest wine producer, but until very recently its wines were little known and even less appreciated outside of the country. During the last decade, Argentina’s wine isolation came to an end. In large part, the success of Argentina’s export development has resulted from the convergence of possessing an attractive grape variety and producing appealing wines with it.
- Argentines have learned to maneuver in order to lose the least or to make the most of an uncertain environment. This is clearly evident in the decision-making of major protagonists of the reconverted industry
- the wine industry enjoys considerable flexibility in everything, such as rules and regulations