Bikaner, rodeada por el desierto y fundada en 1488, fue nuestra primera parada en Rajastán. La ciudad tiene una fortaleza imponente vigilando al casco antiguo y un mercado tan colorido como el de cualquier otro pueblo de la provincia. Gran parte de nuestro viaje en la India transcurrió justamente en en los pasillos de los bazares, disfrutando del regateo como una de las bellas artes y admirando un ecosistema comercial con milenios de formación.
Bikaner es, además, una alternativa interesante para quienes quieren aventurarse por el desierto pero no tienen tiempo para viajar hasta Jaisalmer. Tomamos un tour en camello que resultó ser bastante menos adrenalínico de lo que pretendíamos y que terminó con dos músicos rajastaníes y una puesta de sol.
En el atardecer del camino a Bikaner, en una ruta que hasta el momento venía bastante despejada, nos encontramos de pronto con varios camiones repletos de personas hasta el techo y el estribos, avanzando lentamente. Cuando finalmente pudismos superarlos nos dimos cuenta que venían siguiendo una carrera de burros:
En Deshnok visitamos el Karni Mata Temple, un templo dedicado a las ratas.
La Lonely Planet de India, edición septiembre de 2007, tiene 1236 páginas de pura información para desalentar a cualquiera que pretenda abarcar el país entero en un sólo viaje. En lugar de podar provincias o regiones que no se podrá visitar, resulta más saludable elegir los muy pocos destinos que efectivamente podremos conocer, dejando el resto para el futuro. Tengo una fe ciega en el cliché: siempre se vuelve a India.
Cortos de tiempo, aprovechamos el larguísimo viaje en avión para terminar de definir un itinerario probable, alegremente sometido a las inclemencias e imprevisiones de ese bendito país. Después de un par de días en Delhi partimos a recorrer Rajastán, una provincia que ofrece bastante del combo idílico de la India de postal: desiertos, ciudades y mercados varias veces centenarios, lagos sagrados y lujosas fortalezas vigilando el horizonte. Es también una región bastante pobre y plagada de contradicciones.
El camino de Delhi a Bikaner, nuestra primera escala en Rajastán, nos tomó un día entero de ir avanzando a fuerza de bocinazos entre camellos, pueblos del camino y trenes fantasmales. La autopista muere en las afueras de la capital de India y el resto de las rutas del país es un entramado de caminos de una o dos vías, habitualmente sin luz eléctrica y con vehículos de lo más variopintos. Aún con un promedio de velocidad de 40 kilómetros por hora se producen muchos accidentes. Ergo, fue una aventura increible por la triste realidad de una provincia con pésima infraestructura para sus habitantes (a los 18 años, también con Mariano, recorríamos encantados los desfiladeros que unen Copacabana y La Paz, en Bolivia, mientras la combi mordía varias veces el precipicio).
Al rato de estar en India uno tiene la misma sensación de tranquilidad que en otros países de Asia. Occidente parece vivir con cierta dósis de violencia a flor de piel inexistente al este del sol, al menos a simple vista. De todos modos, la realidad es que India es un polvorín siempre a punto de explotar en sanginarias luchas religiosas. Varios de los libros que leí durante el viaje dan cuenta de esta circunstancia y Holy Warriorsestá dedicado por entero a documentar el fenómeno.
Las cifras son elocuentes: el Hinduismo es practicado por el 82% de la población. El Islam constituye la primera minoría con el 12% y el Cristianismo el 2.3%. En los últimos años el paicifismo gandhiano del imaginario occidental sobre la India ha dado paso a una cepa particularmente virulenta de hinduismo nacionalista que ha provocado matanzas, violaciones y quema de mezquitas en todo el país (uno de las escenas más trágicas de Slumdog Millionaire muestra justamente una de estas masacres). In spite of the Gods, uno de los mejores libros para comprender a la India actual, alerta enfáticamente sobre un proceso que no ha hecho más que degradarse desde la independencia y partición del país.
Visitamos el barrio musulmán en el corazón de Old Delhi, que alguna vez fue el centro del poder político y religioso de la ciudad. Más allá del encanto antiguo del bazar y sus callejones y más allá del imponente Red Fort, está claro que la zona es mucho más pobre que el resto de Nueva Delhi. Acá dejo un video filmado desde la cima de uno de los minaretes de Jama Masjid, la mezquita más grande de la India, que comenzó a construirse en 1644 y fue concluida recién en 1658:
Más allá de un obvio jet lag, el desembarco en Delhi fue relativamente agradable. Extrañaba la libertad de andar por la vida apenas con una mochila (pobre fantasía de tres semanas) y el placer de recorrer al azar las calles de una ciudad nueva para tratar de sacarle la ficha lo antes posible. Por supuesto, la India estaba esperando en la puerta del aeropuerto con la fuerza de un estereotipo que se ríe de si mismo: el caos del tráfico, las vacas andando a su antojo, un grupo de monos al borde del camino, la proverbial amabilidad de la gente.
En Delhi conviven dos ciudades, la vieja y la nueva, y tuvimos la oportunidad de experimentar ambas. Aterrizamos en Pahar Gang, el bazar céntrico que refugia a los mochileros gasoleros en busca de su primer baño de indianidad. Por otro lado, en la primera noche, y gracias a nuestra amiga Anna, conocimos a un grupo de franceses residentes en Delhi que nos invitaron a cenar en Defence Colony, el barrio "pijo" por excelencia de la capital.
En la novela "The White Tiger", alucinante libro que pinta a la India actual con humor corrosivo y ninguna concesión a la imagen de postal, hay un buena descripción de lo compleja que puede ser Nueva Delhi:
Let the driver tell you the truth. And the truth is that Delhi is a crazy city.
See, the rich people live in big housing colonies like Defence Coolony or Greater Kailash or Vasant Kunk, and inside their colonies the houses have numbers and letters, but this numbering and lettering system follows no known sytem of logic. (...)
And then another thing. Every road in Delhi has a name, like Aurangazeb Road, or Humayun Road, or Archbishop Makarios Road. And no one, masters or servants, knows the name of the road. You ask someone, "Where´s Nikolai Copernicus Marg?"
And he could be a man who lived on Nikolai Copernicus Marg his whole life, and he´ll open his mouth and say, "Hahn?"
Or he´ll say, "Straight ahead, then turn left", even though he has no idea.
And all the roads look the same, all of them go around and around grassy circles in which men are sleeping or eating or playing cards, and then four roads shoot off from that grassy circle, and then you go down one road, and you hit another grassy circle where men are sleeping or playing cards, and then four more roads go off from it. So you just keep getting lost, and lost, and lost in Delhi.
Ya pasó demasiado tiempo desde la mochila y la India bajo mis pies. Por fortuna, mi proverbial mala memoria tiene la virtud de permitirme recordar varias veces un acontecimiento con el entusiasmo del primerizo. Abro entonces el arcón digital para mostrar y recordar esa tímida aventura de principios de año.
En el sopor de un eterno viaje en avión (casi 30 horas, incluyendo la escala en Londres) me desperté para ver esta maravilla en la ventana. Inevitable no sentirse un poco Indiana Jones con esos nombres apareciendo en el mapa y la vista a las montañas que quizás detuvieron a Alejandro. Si mi vagancia me permitiera aprender a editar videos me gustaría usar estas imágenes para arañar algo como esto:
Cuando estas líneas aparezcan en el éter yo seguramente estaré en vuelo. Otra vez la mochila y el sueño de un camino por andar, casi sin mapa, dejando que las fichas vayan cayendo en aparente desorden. La tiranía de las responsabilidades hace que difícilmente podamos patear el horizonte hasta donde se nos de la gana pero igual vale la pena el esfuerzo. Tengo hambre de mundo y unas ganas tremendas de tomarme la vida a grandes tragos. Mientras tanto, Trade & Me seguirá emitiendo posts ocasionales y postdatados, como esas radios que están permanentemente prendidas en caso que finalmente hagamos contacto con una vida extraterrestre.