martes, julio 31, 2012

La contemporaneidad del diseño

Tapa de un número anterior


Hace poco escribí un artículo muy breve para el próximo número de la revista IF de nuestro Centro Metropolitano de Diseño (CMD). 

El diseño, al igual que todas las industrias creativas, está atravesando tiempos interesantes, marcados por tendencias renovadoras y aparentemente -solo aparentemente- contradictorias. 

Por lo pronto, la aceleración de los cambios sociales y tecnológicos (democratización del acceso a la tecnología, profundización de prácticas colaborativas, mudanzas en el concepto de propiedad intelectual e integración de cadenas de valor globales, entre otros factores) parecieran llevarnos hacia la masificación y deslocalización de la producción y el consumo del diseño. Sin embargo, en paralelo puede verificarse una revalorización de la ética del “hágalo usted mismo” (o DIY por sus siglas en inglés), construida en función de la originalidad, la imperfecta perfección del trabajo manual y, sobre todo, la necesidad de contar y escuchar buenas historias a través de los productos y servicios que elegimos para nuestra vida. 

En este contexto, el debate la sustentabilidad está íntimamente ligado a una nueva mirada sobre el consumo que le escapa al fanatismo anacrónico de los luditas para concentrarse en uso responsable de la tecnología. El consumo responsable -de eso se trata- compensa su tendencia hacia el menor consumo con una justa apreciación sobre el valor del trabajo embebido en las cosas. 

Como otras instituciones de promoción al diseño, el Centro Metropolitano de Diseño (CMD) se ve obligado a revisar regularmente su misión y visión para dar cuenta de estos cambios. Tenemos la suerte de ser parte de una ciudad con un notable gen creativo y emprendedor, por lo que gran parte de nuestro trabajo tiene que ver con despejar el camino para que se despliegue este potencial, al tiempo que tendemos puentes entre los diferentes actores para provocar el intercambio de aprendizajes y mejores prácticas.

Nuestros objetivos centrales (el Programa de Incorporación de Diseño -PID- y el desarrollo del Distrito de Diseño en Barracas) nos plantean desafíos en los que intervienen cuestiones competitivas, ambientales, sociales y creativas. En ambos casos la cuestión central tiene que ver con cómo el diseño puede contribuir a generar un desarrollo económico que sea genuinamente equitativo. 

La revista IF es un componente central de estos objetivos ya que nos permite no sólo reflexionar sobre el vértigo de una disciplina en transformación constante sino también otear el horizonte buscando señales que nos permitan navegar mejor estas aguas turbulentas y fascinantes.


martes, julio 17, 2012

Tierra en trance




La gentrificación parece ser una enfermedad de difícil tratamiento en muchas grandes urbes alrededor del planeta. Martín Mercado me pasó hace tiempo un par de artículos del diario inglés The Guardian que ilustran muy bien la tensión entre el mercado y la "escena cultural" (artefacto siempre complejo de definir) en una ciudad como Berlín.

Los bailes de antes


Berlín ha establecido un fondo para intentar proteger sus discotecas más emblemáticas del avance inmisericorde de la especulación inmobiliaria. Muchos de estos lugares ocupan viejos galpones y fábricas en barrios otrora venidos a menos.

La paradoja "karmica" del under se repite invariablemente: Los artistas y "trendsetters" se instalan en zonas marginales y/o periféricas para aprovechar el bajo costo de desembarco (alquileres bajos o propiedades en condiciones de ser ocupadas) poniendo de moda, con el tiempo, estos barrios y contribuyendo al aumento general de precios. ¿Tiene sentido subsidiar los locales nocturnos para que sigan funcionando en los mismos lugares? ¿La escena se achica o se transforma?

El eje de la discusión no es solamente la voracidad inmobiliaria sino la mucho más compleja cuestión de la identidad de la ciudad. Parte del patrimonio inmaterial de Berlín es sin duda su vida nocturna, arriesgada, independiente y marcada por las transformaciones sufridas por la ciudad en los últimos años. Aún así, el riesgo de la intervención estatal bienintencionada es el convertir a estos lugares en tristes museos, espacios sin alma sostenidos en la siempre mutante agenda nocturna gracias a los fondos públicos.

La música que escuchan todos


El segundo artículo apunta directamente al meollo del asunto: Un grupo de artistas se atrincheró en Berlín para intentar impedir (sin éxito) que dinamitaran Tascheles, cuna de la contracultura de la ciudad, para dar paso a otro desarrollo inmobiliario probablemente sin gracia:

Its demise 22 years after the collapse of communism would be a significant loss for a city whose Bohemian reputation is its biggest selling point, and further evidence, say critics, that Berlin is being gentrified beyond recognition. "It's time for the citizens of Berlin to ask what kind of future we want," says Linda Cerna, spokeswoman for the artists. "Will we want to live in a city where everything has been sold or privatised and we just have shopping malls, gated communities and loft apartments?".

El mismo artículo da cuenta del rechazo producido en la misma época (abril de este año) a la instalación del BMW Guggenheim Lab en el barrio de Kreuzberg de la capital alemana. Lo interesante es que el laboratorio financiado por la empresa automotriz recorre distintas ciudades proponiendo justamente reflexionar sobre problemáticas urbanas a través de una mirada interdisciplinaria. El sistema expulsa a sus actores más indóciles, aquellos que justamente forjaron la identidad rebelde de la ciudad, y busca reemplazarlo con una versión lavada, pasteurizada, y en condiciones de ser esponsoreada por marcas interesadas en asociarse a propuestas innovadoras.


miércoles, julio 04, 2012

Espacios para construir ciudadanía


Me pidieron un artículo para una revista brasilera que hablara de los nuevos retos que enfrentan los espacios culturales. Agregaré el link cuando esté publicado. Mientras tanto, comparto la nota.

 El Museo Guggenheim de Bilbao, obra del arquitecto Frank Gehry, es un caso frecuentemente citado de renovación urbana a partir de la instalación de un equipamiento cultural disruptivo. Lamentablemente, muchas ciudades han intentando imitar sin éxito esta iniciativa, invirtiendo en el proceso considerables sumas de dinero en estas aventuras fallidas. ¿Tiene sentido destinar un presupuesto importante al desarrollo de nuevos espacios culturales? 

 La pregunta es muy relevante para Latinoamérica. Nuestra región está atravesada por la desigualdad y por un sinfín de problemas urbanos (en áreas como educación, salud, seguridad, transporte, energía o medio ambiente), desplegándose en un escenario de escasez de recursos. ¿Qué rol deben jugar los equipamientos culturales en este contexto? 

Una rápida recorrida por las experiencias de algunas instituciones como los FAROs (México), Casa Encendida (Madrid), los Parques Biblioteca (Medellín) o nuestor propio Centro Metropolitano de Diseño - CMD (Buenos Aires), por mencionar apenas algunos casos, permite vislumbrar una posible respuesta a la realidad de los espacios culturales en nuestra región: Tienen sentido sólo en la medida en que contribuyan a construir ciudadanía. 

Son las personas, no los edificios 

El espacio físico sin duda importa. Un equipamiento de calidad permite jerarquizar las actividades que se desarrollan en el mismo y tiene el potencial de impactar positivamente en su entorno. Pero es justamente el contexto, la comunidad, la clave para entender el éxito o el fracaso de estos proyectos. Tendemos a enamorarnos de la caja y no del contenido y terminamos administrando espacios sin misión ni visión y con limitada vinculación con lo que nos rodea. 

El CMD está ubicado en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Barracas, una zona que fue industrial y en la que se nota la falta de años en inversión pública. La villa 21-24 (asentamiento precario similar a las favelas de Brasil) está a apenas 10 cuadras de nuestro edificio. Hasta hace poco tiempo el CMD funcionaba como un “plato volador” caído por accidente en el barrio, sin relación alguna con el entorno. Uno de nuestros desafíos es lograr que la comunidad se apropie del lugar, convirtiéndolo así en un verdadero espacio público. En función de este objetivo es fundamental la red que estamos construyendo con organizaciones sociales, culturales y deportivas de Barracas, abriendo las instalaciones a sus actividades. La programación, pensada en parte para el público de cercanía, es también central para consolidar este proceso. Finalmente, con el proyecto de convertir a todo el barrio en un Distrito de Diseño de carácter productivo estamos dando una señal clara hacia el desarrollo económico equitativo de la zona.

La experiencia de los Parques Biblioteca en Medellín, apunta en la misma dirección. Si bien es cierto que dichos equipamientos son de una calidad excepcional, es mucho más relevante para el éxito de los mismos su ubicación en medio de los barrios periféricos de la ciudad y su programación orientada a la educación. Por su parte, Casa Encendida juega un rol importante en la integración de comunidades inmigrantes en la ciudad de Madrid. 

El año pasado tuve la oportunidad de escuchar en Porto Alegre a Maria Carolina Oliveira, doctorando en Sociología de la Universidade de São Paulo. Maria Carolina ha analizado de las Fábricas de Artes y Oficios (FAROs) mexicanos a la luz, justamente, de la emergencia de un nuevo paradigma de espacio cultural. Una de las características interesantes identificadas por ella tiene que ver con el rol de los FAROs en la creación de comunidad, democratizando el acceso a la cultura en el sentido más amplio.

La fabrica blanda 

En la misma investigación Maria Carolina identifica otro elemento fundamental de esta mirada renovada a los espacios culturales: la necesidad de borrar la frontera entre consumo y producción cultural. Queda planteado así el desafío de configurar los equipamientos culturales de manera tal que convivan las áreas de exposición, exhibición y esparcimiento con lugares para realizar talleres, aulas y laboratorios. 

El CMD está planteado como un centro cultural y productivo vinculado al diseño y las industrias creativas. Contamos con talleres en oficios textiles, marroquinería, programación y próximamente tapicería. Tenemos también cursos y seminarios sobre una enorme variedad de temas. Asimismo, funciona en nuestro centro el programa Incuba que ofrece un espacio físico a 40 proyectos creativos de la ciudad. También alojamos laboratorios en ingeniería y diseño. 

Nuestro objetivo es que todos estas áreas interactúen de manera constante y creciente, generando un ecosistema de innovación que se derrame al entorno y que, a largo plazo, contribuya a consolidar el Distrito de Diseño. En línea con lo anterior, en los últimos años parece verificarse una revalorización de los oficios manuales y artesanales, como correlato paradojal de una profundización de los avances tecnológicos. Por lo tanto, y como veremos a continuación, involucrar la faz productiva hace que los espacios culturales se conviertan en artefactos de instrucción masiva de extrema actualidad. 

Aprender a contar la propia historia 

Las ciudades, por su naturaleza, tienden al anonimato y a la ruptura de los lazos comunitarios que habitualmente florecen en poblaciones de menor tamaño. Dar a cada ciudadano la posibilidad de contar su propia historia es una herramienta poderosa para recrear dichos vínculos y los espacios culturales representan una gran oportunidad en esa materia. Poder, por ejemplo, diseñar el propio mapa de recorridos, sentimientos e historias fortalece sin dudas la libertad de la ciudadanía. 

Es necesario ampliar el alcance de las iniciativas orientadas a la formación de públicos para incluir no sólo los aspectos productivos mencionados más arriba sino también la familiarización con herramientas tecnológicas y el manejo de distintos formatos mediáticos que permitan reflexionar sobre la propia identidad y la difusión de las múltiples voces que componen nuestra comunidad. 

Work in progress 

Como hemos visto, el concepto de espacio cultural está viviendo una mutación que no hará más que acelerarse con los avances tecnológicos y la sofisticación de las demandas ciudadanas. Vale la pena, por lo tanto, pensarlos como artilugios en permanente evolución y apostar a los cambios constantes, sobre todo a partir de la incorporar al público no sólo como consumidor y productor de cultura sino incluso como programador. 

Nos toca transitar una época fascinante en la que los espacios culturales están llamados a jugar un rol protagónico en la construcción de ciudadanía y es un desafío que sólo podemos encararlo en conjunto. 

Por Enrique Avogadro - Director de Industrias Creativas y del Centro Metropolitano de Diseño en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires @eavogadro tradeandme.blogspot.com

Actualización: Va el link a la revista.