miércoles, mayo 29, 2013

La venganza de los nerds



Me invitaron a escribir un artículo para la edición de marzo de la revista Bamboo. Comparto mi contribución.


Un árbol y un libro

Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
es como descifrar signos sin ser sabio competente
volver a ser de repente tan frágil como un segundo
volver a sentir profundo como un nino frente a Dios,
eso es lo que siento yo en este instante fecundo
(Violeta Parra) 


 La imagen es verdadera aunque me cuesta precisar la fecha exacta: Mis compañeros corren detrás de una pelota aprovechando el recreo y, al costado de la cancha de fútbol, debajo de un árbol, estoy yo, inmerso en algún libro que a esa altura debe ser de Verne o de Salgari, seguramente uno de los tomos amarillos de la colección Robin Hood prestado por la biblioteca del colegio. 

Mucho antes que eso hubo un padre que nunca me llevó a la plaza para enseñarme a patear penales pero, a cambio, me transmitió el amor por la lectura (y más tarde la música, sobre todo la brasilera). De mi madre historiadora heredé el interés novelesco por las cosas del pasado y un muy tardío descubrimiento de la alquimia de la cocina. Los juegos fueron también un terreno de aprendizaje y aventura. A papá le gustaban los Lego tanto o más que a mi hermano y a mi, y una vez por año invertía un tiempo infinito en armar una ciudad entera en bloques encastrables que incluía hasta helicópteros colgando del techo. Él también me enseñó a jugar al 1914, un juego de estrategia tan perfecto que prescinde por completo del azar (take that, T.E.G.!). De hecho, recuerdo vagamente uno de esos veranos eternos y algo aburridos de la preadolescencia, en el que junto a un amigo “inventamos” un juego de mesa al que pretendíamos superador del 1914. Creo que hasta intentamos contactar a YETEM. A la historieta y a los videojuegos llegué por caminos alternativos y fueron, cada uno a su manera, refugio y escuela. En mi borrosa y caprichosa memoria conviven la gloriosa Commodore 64 (¡venía con una cassettera!) con las Nippur Magnum y D´Artagnan que compraba mi viejo. 

Crecer es acumular conocimientos alegremente inútiles para intentar dar orden al caos de un mundo que se nos revela inagotable. En los años de acné adquirí el vicio que todavía sostengo de comprar cuanta publicación independiente caiga en mis manos. En los bordes de la cultura aparecen sus pliegues más interesantes. De esos años data también el afán por cartografiar la noche inabarcable de Buenos Aires con la mirada inquieta de una Cerdos & Peces y, más tarde, un sinfín de programas de radio y revistas de rock. Pude hasta cumplir el sueño de la revista propia gracias a los dos morosos números de Introspejo, fraguada junto a unos amigos para mirar al mundo con elegancia pero sin sarcasmo. Los viajes (que afortunadamente fueron un montón, de mochila y ojos bien abiertos) contribuyeron y mucho a una educación que en el plano formal incluyó a varias universidades, entre el grado y dos maestrías con sus tesis aún en elaboración. 

Al final de esta desordenada enumeración de referencias estoy yo intentando cerrar el artículo aún sin saber muy bien a qué ingrediente culpar por mi situación actual. Me reconozco como parte de la generación flux (genial concepto acuñado por la revista Fast Company), con una identidad en tránsito, construida en constante remix de lo que soy y lo que fui, y la curiosidad como bandera. Ayuda mucho tener uno de los mejores trabajos que pudiera haber deseado, rodeado de gente entusiasta y expuesto a los creativos de una de las ciudades más creativas del planeta. Aprendo mucho y me divierto sobre la marcha. Continuará.

Enrique Avogadro es Director de Industrias Creativas y Comercio Exterior en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es también Director del Centro Metropolitano de Diseño. Mantiene el blog tradeandme.blogspot.com y en twitter es @eavogadro


miércoles, mayo 15, 2013

Dos libros sobre ciudades

Algaculture Symbiosis Suit

Vivimos en un mundo de ciudades y, como nunca antes, tenemos la oportunidad de modelar esta nueva etapa evolutiva de la humanidad en función del despliegue territorial de nuestra especie. Dos libros más o menos recientes se dedican a pensar la ciudad desde diferentes perspectivas (nuestra "hibridación" con la naturaleza y el juego en el espacio público) y aportan interesantes propuestas para nuestro futuro urbano.

Biophilic Cities: Integrating Nature into Urban Design and Planning, es un libro del Profesor Timothy Beatley de la Universidad de Virginia (EEUU) que explora la natural afinidad del ser humano con otras especies vivas y su relación con la naturaleza en el marco urbano. Detrás de la necesaria toma de conciencia sobre el impacto ambiental de nuestros actos parece esconderse un anhelo primitivo, ancestral, por vincularnos a la naturaleza. En el libro se desarrollan una serie de indicadores para medir esta relación (el porcentaje de la población que vive cerca de espacios verdes, porcentaje de la ciudad cubierto por vegetación, el número de "techos verdes" y otras características del diseño verde, el porcentaje promedio del día que la población pasa al aire libre, la cantidad de viajes hechos a pie, el porcentaje de la población que puede identificar a la flora y la fauna local, la prioridad dada por el gobierno local a la conservación de la naturaleza, etc). Esta nota de @FastCoExist , que cita al libro, menciona también un par de informes que extienden los beneficios de las "ciudades biofílicas" al campo de la salud y al económico.

La foto que ilustra el post forma parte del proyecto Algacuture, relacionado con la biofilia desde un campo mucho más experimental. ¿Cómo vamos a alimentarnos en el futuro? El proyecto postula una alternativa extraña pero posible: Nuevos órganos artificiales que nos permitan alimentarnos de algas que crezcan sobre nuestros cuerpos gracias a la luz solar.

En The Ludic City: Exploring the Potential of Public Spaces, Quentin Stevens se pregunta sobre el rol del espacio público en las ciudades y concluye que una de sus funciones más importantes es la de permitir el despliegue de la interacción social no instrumental o el juego. Jugar en y con la ciudad es un derecho poco aprovechado por los ciudadanos. Es también un tópico bastante recurrente en este blog (vale la pena volver a leer sobre el Conflux Festival o los muchos más recientes consejos para hackear la ciudad). Quizás sea hora de apostar a la "Ciudad Lúdica" como respuesta categórica a la "Ciudad Insegura".



jueves, mayo 02, 2013

Una ciudad de colectivos

Junto a María del Rosario Escobar (Colombia) y Felipe Leal (México)

En octubre del año pasado tuve el honor de ser invitado a participar como ponente de las V Jornadas de Ciudades Creativas que se desarrollaron en Medellín. El encuentro, muy bien organizado por Fundación Kreanta, estuvo orientado a reflexionar sobre creatividad, innovación y cultura en las ciudades. Fue una oportunidad excepcional para aprender de la experiencia de otras ciudades, particularmente de Medellín. 

Jorge Melguizo fue nuestro guía de lujo  durante los días del encuentro, siempre dispuesto a compartir las lecciones aprendidas en la gestión de una ciudad que pasó de ser la metrópolis más violenta del planeta a convertirse en un ejemplo de inclusión social a través de la cultura y el urbanismo progresista. ¡Por suerte me toca volver cada tanto a Medellín!

Una de las sorpresas más interesantes de las Jornadas fue la posibilidad de escuchar a diferentes colectivos creativos de Medellín hablando sobre sus estrategias de intervención urbana. Destaco particularmente el trabajo de El Puente Lab y de Lengüita Producciones. También fue muy estimulante la presentación del mexicano Alfredo Hidalgo sobre el espacio público como estrategia territorial









A partir de la rica experiencia de Medellín estamos pensando en generar un encuentro en Buenos Aires que apunte a poner en evidencia la vitalidad de nuestros colectivos creativos urbanos. Ojalá podamos proponer contenidos tan desafiantes como los que tuvimos en las Jornadas de Ciudades Creativas. Continuará...