viernes, agosto 24, 2007

Oil Fox en América Economía

Algas superpoderosas

¿Preocupado porque los precios de las tortillas de maíz, la feijoada o el yogurt achican su bolsillo? No culpe al gobierno de turno. Al menos, no toda la responsabilidad es suya. En los últimos 18 meses el costo de los alimentos subió un 23 % en todo el planeta, según el FMI. Es un alza sin precedentes en tiempos de paz. Para la OCDE la responsabilidad la tienen el aumento de la demanda en China, India, como también la originada en los mismos países latinoamericanos, y el creciente uso de agroalimentos para fabricar combustibles.


En efecto, el boom anunciado del uso de caña de azúcar, maíz y soja destinado a producir etanol o biodiésel no es sólo un factor que presiona al alza estos productos y sus derivados (el jarabe de maíz, JMAF, que va en casi todas las gaseosas, por ejemplo), sino que una gran gama de otros cultivos se ven en peligro. ¿Cómo? Simplemente porque los agricultores creen que a largo plazo el maíz y la soja serán más rentables. No hay que ser brillante para descubrir que la única manera de escapar al dilema de elegir entre alimentar a una población o a los vehículos que usa esa población es innovar obteniendo biocombustibles de cultivos no tradicionales, que ocupen tierras no agrícolas. O que no ocupen tierra alguna.

Esto último es el objetivo del presidente de la argentina Oil Fox, Jorge Kaloustian. “La solución son las algas”, dice. Desde 2005, asociado a la Universidad Nacional de la Patagonia y a la empresa Biocombustibles de Chubut, busca las especies que posean el mayor potencial de producción de aceite, para transformarlas en combustible. “De cien mil especies hemos elegido cuatro: no sabe lo que hemos sufrido para encontrarlas”.

Piscinas de mar
Tal esfuerzo vale la pena. “Una hectárea sembrada con soja puede producir 446 litros de aceite –explica Alberto Luis D’Andrea, experto en el tema y director de la carrera de Biotecnología de la UADE, en Buenos Aires–; una de palma llega a lo máximo a 5.950 litros”. ¿Las algas? “Desde un mínimo de 58.700 a un máximo de 137.900 litros”. En este último caso, la diferencia proviene de las condiciones de estrés a que estén sometidas. Más estrés, más aceite.

La distancia que le sacan las algas a la soja sorprende: casi 150 veces más en condiciones mínimas. Kaloustian hierve de entusiasmo. “Ya empezamos la due diligence con un grupo de inversionistas suizos”, relata. “Su aporte será de unos US$ 60 millones”. Su plan es usar agua de mar en un campo de piscinas frente al Atlántico Sur. Asegura que las ventajas son muchas: “Una planta que produzca 240 mil toneladas, completa y nueva, cuesta acá US$ 10 millones. Seis veces menos que la misma en Europa”.

Y esto no sólo tiene que ver con los precios en la Argentina post devaluación. También está relacionado con el mejoramiento de procesos de extracción y refinación. Y la búsqueda de aplicaciones rentables. “Estamos trabajando con seis universidades en distintas áreas”, dice. Una es la “extracción supercrítica”, en la cual se busca optimizar la obtención del aceite a altas presiones. Con la Universidad Nacional de Córdoba, el interés se centra en aditivos para evitar la congelación del biodiésel a bajas temperaturas.

Precisamente, uno de los desarrollos más incitantes en biocombustibles en la región es la asociación entre el Departamento de Innovación Tecnológica de la Fuerza Aérea Argentina y cuatro universidades, que busca obtener un “biojet”, un combustible que pueda mezclarse con el JP-1, el combustible de mayor uso en los aviones de turborreactores. El “biojet” de 80% de JP-1 y 20% de biodiésel de soja ya existe y fue probado. El proyecto incluye evaluar otros aceites como los provenientes de tártago y algodón.

El tártago es otro de los cultivos atípicos que levantan esperanzas. Produce tres veces más aceite que la soja y no es alimento. Su defecto es que la inversión inicial es más alta que la de un campo sojero. También sale más cara la inversión y el cuidado de una hectárea de jatropha, un arbusto que crece feliz en zonas áridas, aunque tarda tres años en entrar en producción. “La jatropha y el tártago no son alimenticias, no buscan suelos óptimos y se adaptan a espacios semidesérticos”, explica Miguel Díaz Parodi, Gerente Comercial Latinoamérica de NewFuel, empresa que fabrica plantas de biocombustibles. La jathropa en particular demora en producir, remarca, “pero dura 40 años y es perenne”.

Díaz Parodi, paraguayo, estima que la tendencia en biocombustibles a largo plazo será ir a cultivos “que no dependan de las fluctuaciones internacionales de las commodities alimenticios”. Sin embargo, para algunos tener valor alimenticio no necesariamente es un pulgar abajo en la producción de biocombustibles. Es la visión del Grupo Romero, en Perú. A través de su empresa Industrias del Espino, pondrá en operación una planta de biodiésel a fines de este año, a partir de aceite de palma proveniente de la selva.

Ronald Campbell, del Grupo Romero, indica que la ventaja de este aceite vegetal reside en que “posee la mayor productividad oleaginosa del mundo”. Entre 6 a 6,5 toneladas por hectárea “contra otros cultivos cuya productividad de aceite está por debajo de las 2 toneladas”. La idea es destinar la producción al mercado interno. ¿Y el precio? Para el ejecutivo es muy pronto hablar de ello, pero considera que “debemos tener en claro que el biodiésel tendrá un costo equivalente o superior al diésel puesto en grifo”, ya que “los costos estarán basados en el precio internacional de los aceites vegetales, más los costos logísticos, de procesamiento, distribución e impuestos”.

A la baja
Sin duda hemos llegado al corazón del tema. O del negocio. El precio. Para ello hay que usar lo que podría ser bautizado como “Índice Christie”. Fue creado por el investigador Yusuf Chisti, de la Massey University, y establece una relación entre el precio del petróleo y el del aceite proveniente de las algas. “El costo máximo del litro de aceite de microalgas –detalla D’Andrea– debe ser igual al precio del barril de petróleo por 0,0069”. Visto así, “para un precio del barril de U$ 75, el litro de aceite de microalgas sería competitivo a un valor de 0,0069 x 75 = 0,517 dólares/litro”.

Desde la óptica del experto, la situación es clara: el petróleo va a ir subiendo y el aceite de algas va a ir bajando. Además, con una “ayuda”. Pasa que las algas “comen” luz y dióxido de carbono. Por ello, resulta “muy recomendable la ubicación de la planta de producción cerca de centrales eléctricas y/o cementeras”. Se trata de aprovechar el gas generado por las chimeneas de éstas, producir el aceite y beneficiarse, además, con “bonos de carbono” por la eliminación del CO2, que es uno de los gases responsables del calentamiento global.

Porque las algas no necesariamente deben cultivarse cerca del mar en piletas al aire libre. También se desarrollan en “fotorreactores”, tanques cerrados alimentados con luz artificial. “Son más costosos, pero permiten rendimientos superiores”, explica D’Andrea. En ellos la producción de algas puede variar entre 30 y 50 gramos de alga seca por metro cuadrado de superficie y por día. Además, “existen algunos sistemas mixtos de piletones cerrados que permiten combinar el bajo costo de los piletones clásicos con algunas propiedades de los fotorreactores”.

El negocio suena suficientemente promisorio como para que empresas como NewFuel, que fabrica reactores y plantas para procesar cualquier aceite vegetal, hayan apostado a las algas. “Estamos desarrollando un proyecto propio”, dice Fernando Romay, su vicepresidente. “En nuestra planta demo, de 1.300 litros/hora, probamos el aceite de algas y anduvo bien”. El equipamiento, sin obras civiles, de una planta que produzca 9.400 toneladas de aceite al año cuesta US$ 650.000, informa. Si todo el proceso cumpliese con el mencionado “Índice Christie” (costo final de casi 52 centavos de dólar el litro), el biocombustible producido anualmente valdría cerca de US$ 5,3 millones. Visto así, las algas pueden ser un negocio excepcional. Kaloustian lo confirma: “El gobierno de Chubut nos ha manifestado que quiere participar en la empresa. No quieren repetir lo que les pasó con el petróleo, que se quedaron afuera”.

3 comentarios:

ayjblog dijo...

estimado

la tecnologia no esta madura aun, y, la puede clasificar en 3

1. de soja, madura y capital intensiva, todos los emprendimientos grandes son con soja.
2. media, de jathropa y palma, en la India hay un tramo de tren alimentado a jathropa, pero no esta demasiado a punto, la desventaja es que son mano de obra intensiva (para nuestro campo y braceros, lamentablemente)
3. nueva de algas, a pesar de todos los experimentos del dpto de energia de usa hasta 1992, y los que hizo la empresa de Vinton Cerf, no esta madura para el gran salto, en Chubut, hasta donde se, solo hay una carta de intencion, y las pruebas

para cualquier combustible, hace falta predecibilidad de produccion, y aun, no la hay, salvo soja/colza

no digo que no, pero me parece optimista todavia, no hay escala, y en esto espero que quienes arriesgen no sufran el sindrome del early adopter

quizas me equivoque en algo, mis disculpas, y por favor corrijanlo diciendo, el tonto este no sabe nada

Anónimo dijo...

Qué noticia interesante! Habría que ver si se han identificado algas de agua dulce con esta capacidad. Muchos lugares de Argentina tienen alta luminosidad y alta temperatura (todo el oeste, por ejemplo) y generalmente poseen alguas calcáreas en las cuales las algas se multiplican a una velocidad impresionante.

Enrique Avogadro dijo...

ayg,

no pienso corregirte porque sabés bastante más que yo! por lo demás, lo interesante es que se estén realizando las pruebas correspondientes. Tuve la oportunidad de tratarlo a Kaloustian, el titular de Oil Fox, y suena de lo más entusiasta y convincente (como tiene que ser, por supuesto, siendo el responsable del proyecto)... learning by doing!