Lula acaba de lanzar el programa "Bolsa Cultura" mediante el cual cada empleado público (y son muchos) recibirá un ingreso extra para utilizar en bienes y servicios culturales:
En la mitad de la crisis económica, el gobierno de Brasil arremete con esta ofensiva artística que implicará un gasto gubernamental de 600 millones de reales (987 millones de pesos). Lula ha dicho que la crisis es una gripe que no lo dejará postrado en la cama. El presidente entonces se puso de pie y ordenó a su ministro, el señor Ferreira, sucesor de Gilberto Gil, el músico, regalar cultura a la clase obrera. Juca Ferreira hizo este anuncio con frases elocuentes: “Existe un apartheid cultural en este país donde muy pocos tienen acceso a la cultura”.
En Brasil, según, el ministro Ferreira, sólo una porción muy acotada de la población se beneficia de tener acceso a la cultura. Los brasileños que van al cine son el 14%. Y un 8% va al teatro o a los museos. La cultura –así como el dinero, pues se sabe que en Brasil alrededor de cinco mil familias concentran casi el 90% de la riqueza– parece estar en manos de una ínfima elite. Por todo esto Lula se arremangó la camisa y propuso este proyecto que se llama Bolsa Cultura y que representaría una revolución en el área.
Hace unos días estuve leyendo Creative Britain, la estrategia de Gran Bretaña para fomentar la creatividad en toda su población. Uno de sus componentes más interesantes apunta justamente en la misma dirección: garantizar un mínimo de 5 horas semanales de "cultura" (en sus manifestaciones más variadas) a todos los niños, con énfasis particular en aquellos de zonas más marginadas. Ojalá los copiemos por estos lados.
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