lunes, mayo 25, 2009

Take a walk on the wild side



La Lonely Planet de India, edición septiembre de 2007, tiene 1236 páginas de pura información para desalentar a cualquiera que pretenda abarcar el país entero en un sólo viaje. En lugar de podar provincias o regiones que no se podrá visitar, resulta más saludable elegir los muy pocos destinos que efectivamente podremos conocer, dejando el resto para el futuro. Tengo una fe ciega en el cliché: siempre se vuelve a India.

Cortos de tiempo, aprovechamos el larguísimo viaje en avión para terminar de definir un itinerario probable, alegremente sometido a las inclemencias e imprevisiones de ese bendito país. Después de un par de días en Delhi partimos a recorrer Rajastán, una provincia que ofrece bastante del combo idílico de la India de postal: desiertos, ciudades y mercados varias veces centenarios, lagos sagrados y lujosas fortalezas vigilando el horizonte. Es también una región bastante pobre y plagada de contradicciones.



El camino de Delhi a Bikaner, nuestra primera escala en Rajastán, nos tomó un día entero de ir avanzando a fuerza de bocinazos entre camellos, pueblos del camino y trenes fantasmales. La autopista muere en las afueras de la capital de India y el resto de las rutas del país es un entramado de caminos de una o dos vías, habitualmente sin luz eléctrica y con vehículos de lo más variopintos. Aún con un promedio de velocidad de 40 kilómetros por hora se producen muchos accidentes. Ergo, fue una aventura increible por la triste realidad de una provincia con pésima infraestructura para sus habitantes (a los 18 años, también con Mariano, recorríamos encantados los desfiladeros que unen Copacabana y La Paz, en Bolivia, mientras la combi mordía varias veces el precipicio).


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