La industria editorial, como todas las industrias creativas, está viviendo cambios a una velocidad impensada hasta hace poco tiempo. Dos artículos que leí hace poco dan cuenta de este fenómeno y provocan cierta melancolía (¡al menos a los que somos migrantes digitales!).
Kevin Kelly rescata la gesta de un proyecto que busca preservar la existencia física de los libros impresos:
We are in a special moment that will not last beyond the end of this century: Paper books are plentiful. They are cheap and everywhere, from airports to drug stores to libraries to bookstores to the shelves of millions of homes. There has never been a better time to be a lover of paper books. But very rapidly the production of paper books will essentially cease, and the collections in homes will dwindle, and even local libraries will not be supported to house books -- particularly popular titles. Rare books will collect in a few rare book libraries, and for the most part common paper books archives will become uncommon. It seems hard to believe now, but within a few generations, seeing a actual paper book will be as rare for most people as seeing an actual lion. Brewster decided that he should keep a copy of every book they scan so that somewhere in the world there was at least one physical copy to represent the millions of digital copies. That safeguarded random book would become the type specimen of that work. If anyone ever wondered if the digital book's text had become corrupted or altered, they could refer back to the physical type that was archived somewhere safe.
Mi primera reacción frente a tamaña epopeya fue la incredulidad, seguida luego por cierta ternura asociada al romanticismo aparente de esta buena gente. Pero al rato llegó el sudor frío de pensar en el futuro improbable que quizás motorice al proyecto en cuestión (algo parecido a Mad Max o La Carretera) y me dieron ganas de abrazar bien fuerte a la pila de libros de la mesa de luz.
Seth Godin (vía Ciberescrituras), en cambio, mira con entusiasmo al futuro y plantea una reconfiguración de la biblioteca para que siga siendo una fuente de conocimiento en estos tiempos tan inmateriales. Me gustó la traducción libre de Ciberescrituras:
El bibliotecario es un cazador de datos, de contenidos, es un guía, un sherpa que nos conduce por las rutas desconocidas de los libros y la información, y, más importante, es la interface entre el universo de datos y los poco entrenados pero ávidos y motivados usuarios. (traducción híper libre de sus palabras). Lo mismo podría decirse sin duda de los libreros que cada día más se convierten en unas rara avis del mundo del libro.
Hay que entrar a saco a las bibliotecas para transformarlas nuevamente en centros que irradien el amor por lo que contienen los libros.
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