Con más lentitud de la que me gustaría seguimos adelante con el proyecto de gastronomía como industria creativa. En el interin voy acumulando información sobre el tema y puedo afirmar, citando al genial Cukmi, que la comida es la segunda cosa más divertida en el mundo.
Imprimir la comida
Leo en Directo al Paladar sobre la comida para imprimir:
Con un funcionamiento parecido al de una impresora convencional, basado en diversos cartuchos llenos de comida procesada en estado líquido, se trata de una impresora en tres dimensiones. Según parece, y para entender un poco más el invento y su propósito, no se trata de una impresión tal y como la conocemos, sino más bien una suerte de mangas pasteleras tecnológicas que crearían formas con la comida. Los alimentos se mezclarían con sustancias espesantes y las recetas se podrían compartir en las redes sociales, pudiendo imprimirlas y comerlas apretando un solo botón.
El proyecto, probablemente todavía en el terreno de la fantasía (al igual que Cornucopia), deja un sabor amargo por lo que nos depara el porvenir. De todos modos, también ejemplifica la curiosidad y el tesón de nuestra especie.
Todos nos merecemos un pedacito de tierra
Aparentemente están proliferando las organizaciones que promueven la vinculación entre amantes del arte del cultivo y tenedores de tierra ociosa:
El procedimiento es muy simple: sólo tienes que registrarte gratuitamente como potencial hortelano o como propietario de un terreno, buscar a gente cercana que encaje con lo que quieres y ponerte en contacto con ellos para llegar a un acuerdo sobre el porcentaje de la cosecha que se queda cada uno. En caso de que no encuentres a nadie, puedes esperar a que en el futuro entre alguien en la web al que le pueda interesar compartir tierra contigo.
¿Para cuándo el capítulo local? ¡Los Articultores seguramente se copen con la idea!
Menú en el celular
Storific es una aplicación que sirve para pedir la comida desde el iPhone en un restaurante:
Al sentarse o entrar en el local, el cliente recibe un código que corresponde a su mesa, y que debe teclear en el teléfono. La aplicación le muestra entonces el menú completo del restaurante, con fotos, descripción y precios de cada uno de sus platos. Al hacer las peticiones se pueden incluir comentarios, por si se quiere la carne poco hecha o la ensalada sin pimiento. Las tareas del camarero quedan así reducidas a resolver dudas, servir la comida, cobrar y limpiar las mesas. Las esperas para pedir o añadir nuevos platos a lo ya pedido, y los tiempos muertos entre que se toma la nota y ésta llega a la cocina desaparecen para siempre.
Es otra de esas pavadas que te dejan pensando. El juguete marca el rumbo a la interactividad y a la personalización de la experiencia de comer afuera. ¿Qué está comiendo el de al lado? ¿Cuáles son los platos más populares? ¿Qué te gustaría comer y no encontrás en el menú? ¿Calificarías al cocinero o al mozo?