
La anemia del Mercosur es política, por lo que poco puede hacer el comercio para revigorizar el bloque. De todos modos, probablemente sea útil encarar una vuelta a los orígenes en los que el intercambio comercial entusiasmaba al hombre de a pie. Falta, como siempre, construir un relato colectivo que trascienda la fría lógica de nuestro superávit comercial. Alguien que nos cuente, por ejemplo, los casos concretos de empresas que están exportando a Israel (hace varios años me tocó llevar una misión comercial a Tel Aviv y puedo dar fe de las oportunidades que ofrece el país), las góndolas de lugares remotos a los que llegan nuestros productos, el entusiasmo aventurero de quienes se largan a explorar nuevos mercados.
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