El Mercosur aparece hoy otra vez en los diarios y lo hace como pidiendo permiso, relegado a las páginas económicas y acusado, una vez más, de ser una tía anémica y algo embarazosa. De todos modos, la firma de un Tratado de Libre Comercio con Israel es una noticia auspiciosa, teniendo en cuenta que es el primer acuerdo que firma el bloque con un país de extramuros. Imagino que no debe ser fácil la tarea de Pablo Grinspun, Director de Mercosur de la Cancillería, tratando de congeniar los intereses veladamente proteccionistas de nuestros paises y las quejas cada vez más fuertes de los socios menores. El bloque claramente sufre debilidades que deprimen hasta sus más acérrimos defensores.
La anemia del Mercosur es política, por lo que poco puede hacer el comercio para revigorizar el bloque. De todos modos, probablemente sea útil encarar una vuelta a los orígenes en los que el intercambio comercial entusiasmaba al hombre de a pie. Falta, como siempre, construir un relato colectivo que trascienda la fría lógica de nuestro superávit comercial. Alguien que nos cuente, por ejemplo, los casos concretos de empresas que están exportando a Israel (hace varios años me tocó llevar una misión comercial a Tel Aviv y puedo dar fe de las oportunidades que ofrece el país), las góndolas de lugares remotos a los que llegan nuestros productos, el entusiasmo aventurero de quienes se largan a explorar nuevos mercados.
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