Me pidieron un artículo para una revista brasilera que hablara de los nuevos retos que enfrentan los espacios culturales. Agregaré el link cuando esté publicado. Mientras tanto, comparto la nota.
El Museo Guggenheim de Bilbao, obra del arquitecto Frank Gehry, es un caso frecuentemente citado de renovación urbana a partir de la instalación de un equipamiento cultural disruptivo. Lamentablemente, muchas ciudades han intentando imitar sin éxito esta iniciativa, invirtiendo en el proceso considerables sumas de dinero en estas aventuras fallidas. ¿Tiene sentido destinar un presupuesto importante al desarrollo de nuevos espacios culturales?
La pregunta es muy relevante para Latinoamérica. Nuestra región está atravesada por la desigualdad y por un sinfín de problemas urbanos (en áreas como educación, salud, seguridad, transporte, energía o medio ambiente), desplegándose en un escenario de escasez de recursos. ¿Qué rol deben jugar los equipamientos culturales en este contexto?
Una rápida recorrida por las experiencias de algunas instituciones como los FAROs (México), Casa Encendida (Madrid), los Parques Biblioteca (Medellín) o nuestor propio Centro Metropolitano de Diseño - CMD (Buenos Aires), por mencionar apenas algunos casos, permite vislumbrar una posible respuesta a la realidad de los espacios culturales en nuestra región: Tienen sentido sólo en la medida en que contribuyan a construir ciudadanía.
Son las personas, no los edificios
El espacio físico sin duda importa. Un equipamiento de calidad permite jerarquizar las actividades que se desarrollan en el mismo y tiene el potencial de impactar positivamente en su entorno. Pero es justamente el contexto, la comunidad, la clave para entender el éxito o el fracaso de estos proyectos. Tendemos a enamorarnos de la caja y no del contenido y terminamos administrando espacios sin misión ni visión y con limitada vinculación con lo que nos rodea.
El CMD está ubicado en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Barracas, una zona que fue industrial y en la que se nota la falta de años en inversión pública. La villa 21-24 (asentamiento precario similar a las favelas de Brasil) está a apenas 10 cuadras de nuestro edificio. Hasta hace poco tiempo el CMD funcionaba como un “plato volador” caído por accidente en el barrio, sin relación alguna con el entorno. Uno de nuestros desafíos es lograr que la comunidad se apropie del lugar, convirtiéndolo así en un verdadero espacio público. En función de este objetivo es fundamental la red que estamos construyendo con organizaciones sociales, culturales y deportivas de Barracas, abriendo las instalaciones a sus actividades. La programación, pensada en parte para el público de cercanía, es también central para consolidar este proceso. Finalmente, con el proyecto de convertir a todo el barrio en un Distrito de Diseño de carácter productivo estamos dando una señal clara hacia el desarrollo económico equitativo de la zona.
La experiencia de los Parques Biblioteca en Medellín, apunta en la misma dirección. Si bien es cierto que dichos equipamientos son de una calidad excepcional, es mucho más relevante para el éxito de los mismos su ubicación en medio de los barrios periféricos de la ciudad y su programación orientada a la educación. Por su parte, Casa Encendida juega un rol importante en la integración de comunidades inmigrantes en la ciudad de Madrid.
El año pasado
tuve la oportunidad de escuchar en Porto Alegre a Maria Carolina Oliveira, doctorando en Sociología de la Universidade de São Paulo. Maria Carolina ha analizado de las Fábricas de Artes y Oficios (FAROs) mexicanos a la luz, justamente, de la emergencia de un nuevo paradigma de espacio cultural. Una de las características interesantes identificadas por ella tiene que ver con el rol de los FAROs en la creación de comunidad, democratizando el acceso a la cultura en el sentido más amplio.
La fabrica blanda
En la misma investigación Maria Carolina identifica otro elemento fundamental de esta mirada renovada a los espacios culturales: la necesidad de borrar la frontera entre consumo y producción cultural. Queda planteado así el desafío de configurar los equipamientos culturales de manera tal que convivan las áreas de exposición, exhibición y esparcimiento con lugares para realizar talleres, aulas y laboratorios.
El CMD está planteado como un centro cultural y productivo vinculado al diseño y las industrias creativas. Contamos con talleres en oficios textiles, marroquinería, programación y próximamente tapicería. Tenemos también cursos y seminarios sobre una enorme variedad de temas. Asimismo, funciona en nuestro centro el programa Incuba que ofrece un espacio físico a 40 proyectos creativos de la ciudad. También alojamos laboratorios en ingeniería y diseño.
Nuestro objetivo es que todos estas áreas interactúen de manera constante y creciente, generando un ecosistema de innovación que se derrame al entorno y que, a largo plazo, contribuya a consolidar el Distrito de Diseño.
En línea con lo anterior, en los últimos años parece verificarse una revalorización de los oficios manuales y artesanales, como correlato paradojal de una profundización de los avances tecnológicos. Por lo tanto, y como veremos a continuación, involucrar la faz productiva hace que los espacios culturales se conviertan en artefactos de instrucción masiva de extrema actualidad.
Aprender a contar la propia historia
Las ciudades, por su naturaleza, tienden al anonimato y a la ruptura de los lazos comunitarios que habitualmente florecen en poblaciones de menor tamaño. Dar a cada ciudadano la posibilidad de contar su propia historia es una herramienta poderosa para recrear dichos vínculos y los espacios culturales representan una gran oportunidad en esa materia. Poder, por ejemplo,
diseñar el propio mapa de recorridos, sentimientos e historias fortalece sin dudas la libertad de la ciudadanía.
Es necesario ampliar el alcance de las iniciativas orientadas a la formación de públicos para incluir no sólo los aspectos productivos mencionados más arriba sino también la familiarización con herramientas tecnológicas y el manejo de distintos formatos mediáticos que permitan reflexionar sobre la propia identidad y la difusión de las múltiples voces que componen nuestra comunidad.
Work in progress
Como hemos visto, el concepto de espacio cultural está viviendo una mutación que no hará más que acelerarse con los avances tecnológicos y la sofisticación de las demandas ciudadanas. Vale la pena, por lo tanto, pensarlos como artilugios en permanente evolución y apostar a los cambios constantes, sobre todo a partir de la incorporar al público no sólo como consumidor y productor de cultura sino incluso como programador.
Nos toca transitar una época fascinante en la que los espacios culturales están llamados a jugar un rol protagónico en la construcción de ciudadanía y es un desafío que sólo podemos encararlo en conjunto.
Por Enrique Avogadro - Director de Industrias Creativas y del Centro Metropolitano de Diseño en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
@eavogadro
tradeandme.blogspot.com