Basta leer el breve artículo "El libro en el 2059" publicado por Adn la semana pasada para comprender que la industria editorial tiene un piano gigante a punto de caer sobre su cabeza. Lamentablemente son pocos los que miran hacia arriba (con la solitaria excepción de Octavio), ya que la mayoría opta por el lamento medio vagoneta con el argumento de defender el status quo.
Paradójicamente, en estos tiempos hipertecnologizados lo menos importante es la tecnología. Todos los días aparecen aparatitos nuevos que permiten más movilidad, acceso a la "nube" y datos "liberados" de sus formatos carcelarios. Pero esta abundancia no puede multiplicar el talento, la originalidad, la capacidad de contar la propia historia. De ahí que nuestra heroica industria editorial, sobreviviente de varios cataclismos a lo largo del tiempo (incluyendo a la transnacionalización) seguramente esté en buenas condiciones de capear el temporal y de salir fortalecida. El arte tiene buen arraigo en nuestras tierras, paisano. Pero hace falta ser valiente al mirar al porvenir.