martes, mayo 22, 2012

Colectivos creativos



No hay espacio más público que el de un colectivo atravesando la ciudad de punta a punta, recorriendo barrios e historias en su fatigado trajinar urbano. En la ciudad y el conurbano, seis de cada diez personas se mueve en transporte público, y el 74% elije al colectivo. Es definitivamente mucha gente. ¿Podemos pensar un sistema de transporte más creativo y humano? Los colectivos representan un espacio fascinante y todavía virgen para plantear una concepción más humana del espacio público. Acá también se define la construcción de una ciudad más creativa. Comparto algunas ideas garabateadas hace tiempo en el 92 y recuperadas en una noche de insomnio. 

Ponerse la camiseta

Tuve la oportunidad de visitar un par de veces la ciudad de Medellín (Colombia) y quedé gratamente sorprendido por la calidad de su metro. El sistema se distingue, entre otras cosas, por el desarrollo del metrocable, que permite conectar a poblaciones aisladas generando verdadera inclusión social. De todos, lo que más llamó mi atención fue el apego de los ciudadanos por su transporte público. La usuarios parecen estar orgullosos de la calidad del metro y lo retribuyen cuidando las instalaciones (es tal el fanatismo que hay quien asegura el sistema tiene su propia canción: el himno al metro).

¿Por qué no pensar en generar un vínculo similar entre las líneas de colectivos y las personas a quienes transportan todos los días? Podrían implementarse concursos para los viajeros, tarjetas de fidelización para pasajeros frecuentes y cuentas de Twitter para proveer información actualizada. También podría fomentarse la identificación de las personas con alguna línea en particular. Si la gente es capaz de hinchar por Ford o Chevrolet en una carrera de TC sin duda podría hacerlo por el bondi que lo transporta todos los días. Aparece también la oportunidad de revalorizar la figura de los choferes. ¿Qué historias esconden? ¿Hay de formar de premiar a los más amables? ¿Por qué no saludarlos por su nombre?

Un espacio enriquecido

Hace tiempo twitee una idea sencilla: ¿por qué no pintar el interior de los techos de los colectivos? El espacio está ahí, disponible, y claramente desaprovechado. ¿Artistas callejeros tuneando los bondis? ¿Poemas cortos y haikus? El espacio público tiene que interpelarnos, provocarnos, sorprendernos y aquí tenemos una interesante oportunidad.

La otra variante, también muy necesaria, es darle a ese lienzo un fin utilitario. El año pasado el CMD participó del proyecto "ciudad legible" del Instituto para la Ciudad en Movimiento que busca generar información útil para el pasajero partiendo de la idea de pensar al sistema como a una red. Es absurdo que los colectivos no ofrezcan ni siquiera la información más elemental sobre sus recorridos dentro de las unidades, y ni hablar de la posibilidad de incluir el contexto (otras líneas, lugares destacados, etc.).

Vivir la experiencia

Aparentemente está prohibida la música ambulante en los colectivos porteños. Me parece el colmo del sinsentido. En el metro londinense los músicos tienen puestos asignados en las estaciones para entretener a los pasajeros. ¿Por qué no generar algún esquema ambulante y a la gorra pero con algún apoyo mínimo desde el Estado? Hacer agradable nuestro viaje es también un servicio público.

La interactividad con los usuarios abre un mundo de posibilidades. ¿Jugar a través del celular contra otros pasajeros? Cada viajero tiene su historia y quizás a algunos les interese compartirla (KLM, por ejemplo, está implementando el sistema "Meet & Seat" en algunos tramos aéreos). 

Proyectos geniales como Chicas Bondi o Colectivaizeishon demuestran que hay infinitas historias ahí afuera y, sobre todo, gente con ganas de escucharlas. Abro este espacio para quien tenga ganas de compartir ideas o sugerencias para construir, entre todos, un mejor sistema de transporte colectivo.

(La foto que ilustra el post es de los amigos de El Sol de San Telmo, quienes también tienen un sueño bondi: Que el fileteado vuelva a nuestros colectivos).

martes, mayo 15, 2012

Pongamos que hablo (3)



Madrid Hub

Mi último día en España fue también muy cargado de emociones. Tomé el tren en Pamplona y llegué a Madrid al mediodía, justo a tiempo para conocer La Fabrica, empresa de gestión cultural con muchos años de experiencia y proyectos interesantísimos en su haber. Vale la pena sumergirse en su web.

Cerca de La Fabrica funciona Madrid Hub y aproveché para pasar a visitarlos. Mezcla de incubadora de empresas (en España llamadas "viveros"), espacio de trabajo compartido y laboratorio de intercambio de ideas, Madrid Hub forma parte de una red global de centros que operan en forma privada y colaborativa. Está cada vez más claro que lo importante en necesariamente el espacio físico (tener edificios lindos) sino más bien lo que se hace con él. Hay aquí varias lecciones interesantes para nuestro programa Incuba.




La Tabacalera

De allí fui andando hasta La Tabacalera, centro social autogestionado que funciona en la antigua fábrica de tabacos de Lavapiés. Si bien el centro estaba cerrado por refacciones, tuve la suerte de conocer a Elisa Fuenzalida, escritora peruana que atendía en ese momento el bar y que gentilmente me mostró las enormes instalaciones mientras me contaba las características del proyecto. La Tabacalera está en manos de diferentes colectivos sociales y artísticos que administran el proyecto con gran entusiasmo pero también con muchos problemas para generar consensos. La apuesta por un modelo de gestión tan horizontal todavía no puede considerarse exitosa pero constituye sin ninguna duda un camino que vale la pena explorar y hasta fomentar desde lo público.

Ya avanzada la tarde tomé una cerveza con Pablo Pérez Palladino, que está haciendo una maestría en España y trabajando en proyectos políticos. Con un pie en el estribo y a metros de Atocha (para abordar el bus a Barajas), tomé otra cerveza con Marcelo Leslabay, diseñador argentino radicado hace tiempo en España con gran experiencia en el comisariado de exposiciones, consultoría, periodismo y docencia. Marcelo fue de una gran ayuda para el armado de mi agenda en España.

martes, mayo 08, 2012

Gastronomía emotiva

Mercado de Villa de Leyva (Colombia)

Vuelvo cada tanto a la gastronomía creativa sin saciar nunca el apetito por la novedad, por las sorpresas escondidas en los pliegues de estos tiempos tan cambiantes. Somos lo que comemos pero también cómo comemos. Comparto entonces algunas ideas recientes sobre estos temas tan sabrosos.


La ciudad paladeada 

Los alimentos y la urbe se vinculan de las formas más variadas. A la sombra de la urgencia de supermercado está surgiendo (resurgiendo) el placer de comprar en un mercado (de hecho, en algunos lugares ya están al borde de saturarse). Buscamos emociones, la conexión con lo auténtico y estamos dispuestos a pagar más y a invertir más tiempo por el privilegio de un contacto personal con quien nos provee de vituallas.

Desde el asfalto tendemos a mitificar el campo y eso quizás nos termine llevando a un mayor encuentro entre la ciudad y extramuros. En Nueva York, por ejemplo, las granjas de las afueras colaboran con bancos de alimentos sociales:
Farmers are teaming up with New York state food banks to bring gleaned foods to those in need, making the most of grown nutrition and reducing food waste generated at the farm level. The Cornell Gleaning Project hopes to increase the amount of food donations by gleaning food left behind in fields or storage because of cosmetic blemishes or lack of market for a particular crop. 
Recrear los lazos comunitarios es también una forma de nostalgia. Vale la pena detenerse en el caso de Gooble, una red social para encontrar y disfrutar de las creaciones de chefs en el barrio:
Gobble, based in Palo Alto, is a peer-to-peer marketplace for home-cooked meals from neighborhood chefs. Similar to the UK model that we mentioned last year, Gobble-vetted Bay Area Chefs create, post and price their meals for neighborhood eaters to browse. Chefs cook fresh ingredients based on every order, sometimes sourcing food from their own gardens. The marketplace offers chefs an opportunity to earn a supplemental income stream or a full time living. Each chef is responsible for complying with federal, state, county or local laws surrounding what kind of food can be served. Gobble takes an undisclosed percentage of each meal and a flat delivery rate.  
Estar cerca, saber qué comemos, entender la historia. Al estómago lo gobiernan cada vez más las emociones. La gastronomía puede ser también un estímulo negativo muy interesante en términos emocionales, tal como lo demuestra el proyecto Smog Tasting en Bangalore (India), que busca generar conciencia sobre los daños al medioambiente ofreciendo postres hechos con el aire de la ciudad:

Their exhibit, called Smog Tasting, begins with egg whites--the delicious foamy, crunchy goodness that makes up meringues, soufflés and countless other dessert treats. The water-loving proteins in egg whites dry out as air is whipped in, and the proteins link up to make airy molecular cages. "Smog Tasting grew out of this idea of using food as a biosensor," Denfeld says. "If egg foams are a way of capturing air, could we capture air pollution as well? This could be a way of calling attention to the problem."


Tecnología para conectar

Un restaurante permite a los clientes comentar el menú en tiempo real, convirtiendo la experiencia gastronómica en ultrasocial. Otra aplicación nos hace a todos potenciales chefs, develando la alquimia escondida detrás de las mezclas en la cocina. Otra más permite compartir una dieta en las redes sociales para que todos opinen sobre la misma (sumando, de paso, incentivos para mantener la línea a través de la lógica de los videojuegos o gamification). Está claro que la tecnología puede aislarnos pero también conectarnos de formas insospechadas hasta hace muy poco tiempo.



The Eatery: Massive Health Experiment #01 from Massive Health on Vimeo.


Un lento despertar


Ante el auge del consumismo en las ciudades aparecen alternativas más saludables. Boxcar, por ejemplo, pretende llevar comida orgánica local al quiosco de la esquina. En la misma dirección puede leerse el éxito de WholeFoods en Estados Unidos, con una propuesta fuertemente basada en ofrecer experiencias únicas, auténticas y bien informadas. Y gracias a Farm to Baby hasta los bebes pueden optar por una papilla mejor para su salud. Hay cada vez más opciones a disposición pero probablemente haga falta mucha educación para mejorar nuestros hábitos. ¿Cuándo tendremos nuestro propio Jamie Oliver?



Farm to Baby

martes, mayo 01, 2012

El alma de las cosas


Una de las tendencias recientes más interesantes en el campo de las industrias creativas tiene que ver con la metamorfosis que están sufriendo los objetos que nos rodean. El creciente auge de la impresión 3D gracias, entre otras razones, al abaratamiento del hardware, ha ido consolidando una comunidad global de usuarios unidos en su afán de experimentación. En una nueva vuelta de tuerca iluminista de pronto podemos crear objetos de formas inimaginables hasta hace muy poco tiempo. 

Vale la pena leer "The shape of things to come" en el Economist. La tecnología nos lleva cada vez más cerca de la naturaleza, y en el medio tiene el potencial de disparar una nueva revolución industrial:

Additive manufacturing, then, is changing not only how things are made, but what is made. In particular, many of the objects on display had an organic look to them. That is no accident. In some cases, designers have deliberately copied nature. In others, they have started from first principles, drawn conclusions (usually aided by clever software), and found that nature got there first. And in some, the decisions have been aesthetic—presumably reflecting an evolved preference in the human psyche for objects that look natural. 




La historia, por supuesto, es dialéctica. A fines de los 60´s en Estados Unidos la revista Popular Mechanics y las tiendas Radioshack desataron la fiebre del "hágalo usted mismo" en miles de aficionados por la electrónica que luego se propagó por el mundo entero. Ahora, gracias a la explosión de Internet, la ética del DIY está de vuelta. La paradoja siempre estuvo ahí: La tecnología nos devuelve a las raíces, al meter mano, al desarmar los juguetes para ver de qué están hechos. 

"More than just digital quilting", también del Economist, echa luz sobre las bases de este nuevo fenómeno:

The maker movement is both a response to and an outgrowth of digital culture, made possible by the convergence of several trends. New tools and electronic components let people integrate the physical and digital worlds simply and cheaply. Online services and design software make it easy to develop and share digital blueprints. And many people who spend all day manipulating bits on computer screens are rediscovering the pleasure of making physical objects and interacting with other enthusiasts in person, rather than online. Currently the preserve of hobbyists, the maker movement’s impact may be felt much farther afield.

La ética hacker colaborativa está en la raíz del movimiento y es potenciado exponencialmente gracias a la red:

The ease with which designs for physical things can be shared digitally goes a long way towards explaining why the maker movement has already developed a strong culture—its third driver. “If you are not sharing your designs, you are doing it wrong,” says Bre Pettis, the chief executive of MakerBot. Physical space and tools are being shared, too, in the form of common workshops. Some 400 such “hacker spaces” already operate worldwide, according to Hackerspaces.org. Many are organised like artists’ collectives.

Aparece una gran oportunidad para los creativos del mundo entero, quienes ahora pueden compartir instantáneamente sus creaciones y alimentarse, a la vez, de lo que está pasando fuera de sus fronteras. Cmo sucede en cada eslabón de la economía creativa, tendrás más éxito aquellos capaces de abrevar en su propia identidad para "contar historias" únicas, personales.

El sueño de la impresión 3D también engendra monstruos. En "Object cancers" Geoff Manaugh enlaza dos fenómenos interesantes para pensar el futuro del futuro: E dilema de los derechos de autor en los objetos tridimensionales y la aparición de objetos deformados como inesperada respuesta al copyright:


Among many other things about this story, what caught my attention was the specific detail that you could scan any object you happen to have on hand; you could then upload that dataset to a kind of eBay of physibles; and, finally, someone on the other side of the earth—or sitting right next to you—could print out their own "pirate" version. As New Scientist writes, however, we might soon soon see a corporate response in the form of what could be called physible rights management—based on, even repeating, certain aspects of the misguided digital rights management (DRM) policies associated with MP3s.
(...)
In any case, what seems more provocative here, on the level of design, would be to appropriate this protective stance and reuse it in the design of future objects, but emphasizing the other end: to allow for the scanning of any object designed or manufactured, but to insert, in the form of watermarks, small glitches that would only become visible upon reprinting. We could call these object cancers: bulbous, oddly textured, and other dramatically misshapen errors that only appear in 3D-reprinted objects. Chairs with tumors, mutant silverware, misbegotten watches—as if the offspring of industrial reproducibility is a molten world of Dalí-like surrealism.

Me gusta pensar que habrá poesía en esta nueva y rebuscada versión de piratería gracias a la belleza mutante de lo imperfecto.

(Pic que ilustra el post).